20120614

¿De qué están hechas tus perlas?



¿De qué están hechas tus perlas, Victoria? Preguntó el niño de cabello rizado sentado al pie de su cama, viendo a su hermana jugar con el elegante collar de perlas de origen desconocido. Victoria no respondió. Tomó el collar con delicadeza y lo puso alrededor del cuello del pequeño. Con la mirada fija en el espejo, Victoria enredó un poco el collar. Lo fijó a uno de los barrotes de la cama y jaló a su hermano. El collar estuvo a punto de reventar, pero antes los huesos del niño tronaron y dejó de respirar.

Penélope se mira en el espejo con el extravío de alguien que nunca ha visto un espejo y cree reconocer a una persona ajena a todas las que conoce o ha conocido. ¿De qué están hechas tus perlas, Penélope? Le pregunta su mejor amiga, sentada en el suelo, comprobando entre sus dedos la fuerza de las blancas y deslumbrantes gotas de leche hechas collar. Penélope las toma de las manos. Sus ojos están vacíos. Con delicadeza le pone el collar alrededor del cuello. Le sonríe de forma mecánica, casi dolorosa. La toma de las manos. Su amiga sonríe. Se suben a la cama. Penélope comienza a brincar. Los resortes del colchón las impulsan. Sus pies se despegan dramáticamente. Penélope sujeta el collar mientras su amiga se dispone a caer en el colchón, pero, detenida por una fuerza sobrenatural, sus pies no llegan a tocar la superficie.

Qué bonito collar, hija, ¿te lo regaló tu papá? Lily no responderá. Su rostro de querubín sonrojado lucirá en cada portarretratos de la habitación de su abuela. Sus ojos estarán fijos en el collar que su abuela acariciará, haciendo que la hilera de fines hielitos circulares le roce el cuello a la niña. La nieta se lo quitará. Lo pondrá alrededor del cuello de la anciana, que sonreirá enternecida. Mi niña, muchas gracias. Están muy frías, que raro. ¿De qué están hechas tus perlas Lily? Del brillo ausente en los ojos de los muertos, responderá la voz de una mujer adulta en algún lugar de la habitación. Hazlo Lily, y la niña tensará el collar de perlas antes de que su abuela pueda moverse.










Texto: Andrea González
Ilustraciones: Cinthia Flores

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