20120314

HOMBRE MÚSICA




El otro día iba caminando. Las chicas se me quedaban viendo con ganas de comerme. Sus novios me veían con ganas de ser como yo. Me puse los audífonos. Los grandes, que tienen forro de espuma y tela en la diadema y una estrella blanca en cada auricular. Las gafas salían sobrando, pero si me las ponía parecía que tenía algo que ocultar, y eso les gusta a las niñas, creo. El cigarro en la boca. Las manos en las bolsas. 
Y la batería retumbando en mis oídos como si no hubiera un mañana, grabando mis pasos en el corazón de una ciudad que es todas las ciudades. La guitarra con el viento, agitándome el cabello. El bajo resbalando por mis axilas. El teclado haciendo más grande el bulto de mi pantalón. La batería, la batería. Entonces sentí un dolor terrible en la cabeza. Mis orejas botaron los audífonos. Me quedé parado como idiota a la mitad de la calle, en la banqueta. Me apreté los oídos con las manos. Escupí el cigarro. Se me cayeron las gafas. Lloré y grite.


De mi oreja derecha salió bailando un hombrecillo. Bailaba y reía. Escaló hasta mi coronilla y ahí se puso a brincar y a hacer saltos dobles y marometas. Luego se colgó del mechón de pelo y resbaló hasta que su pequeña cabeza estuvo frente a mis ojos. Me sonreía. Me dio un beso en la frente y bajó resbalando hasta el cuello de mi playera. Pude verlo más o menos con claridad: era un hombre, pero miniatura, un poco más grande que mi mano, pero no tanto como una figura de acción. Estaba muy flaco. Tenía un suéter negro y pantalón gris de mezclilla. Su pelo estaba más parado que ninguna otra cosa que hubiera visto en la vida. Sonreía y bailaba. Luego hizo un salto marometeado hasta mi hombro, y de ahí se lanzó hasta mis orejas y se metió en mi cabeza de nuevo.  Creo que el infeliz se acuesta con las chicas de mis sueños. Espero no volver a verlo nunca, aunque supongo que volverá a salir, cuando tenga ganas de bailar...


Andrea González
Ilustración: Cinthia Flores

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