Andrea González
20110630
EL OSO
¡Mira! ¡Ahí! Mira ese osito tan chiquito. Es tan pequeño que casi podrías comértelo. Su pelaje es suave, color amarillo, y se columpia en las lianas de los árboles de una selva violeta. Se cuelga hasta que las lianas se rompen y cae y rueda por el suelo de tierra de uva. Luego encuentra otra liana y otra y otra, y luego, sin darse cuenta, cae por un hoyo muy profundo hasta un estanque de aguas naranjas y poco profundas. Su pelaje ha cambiado, ahora es color azul. Parece que ha crecido, ya es de tu estatura y está muy gordito. Sus patas lo impulsan entre el agua. Tiene una graciosa forma de nadar, como si estuviera en tierra firme y gateara. Y nada y nada hasta llegar a la playa. Es una playa muy particular: la arena es de color rosa, y no se pega en el pelo empapado del osito, que anda en cuatro patas hasta que encuentra una palmera y se sienta a su sombra. Con su colita, golpea una vez el tronco, y luego usa todo su cuerpo para estremecer la palmera, que deja caer un coco. El oso lo abre, y descubre que los cocos no dan agua, sino nieve de limón. Se va, esta vez en dos patas, bailando chachachá. Entonces descubre un prado lleno de flores, cada una de colores y aromas distintos: las flores blancas huelen a horchata, las azules a mar, las rojas tienen el aroma de los tomates, y las amarillas parecen estar hechas de miel. El osito busca entre las flores con su hocico chato y se deja caer entre ellas, en un lugar especialmente fresco. Fíjate bien, el oso está ya más grande que tú: si se para en dos patas probablemente tengas que pararte de puntitas y estirar mucho los brazos para poderle acariciar las orejitas. Su pelo, que ahora es verde, parece aún más esponjado y suavecito que antes, como si pudieras tumbarte sobre su pancita y dormir y hacerle cosquillas. Con un gran bostezo, el oso sigue su camino, buscando algún árbol donde pueda recargarse y dormir. Llega así a un bosque muy oscuro, donde crecen unos puntiagudos pinos rojos. Los árboles son tan altos, y sus copas están tan juntas, que el osito cree que se ha hecho ya de noche y, después de tantas aventuras, por fin tiene sueño. Entra a una cueva, que por más grande que parece, ahora es muy pequeña para él: ya es un oso enorme, tres veces más alto que tú, y tal vez cuatro más ancho. ¡Cuidado! ¡Se va a echar encima de ti! Rápido, cómetelo antes de que te aplaste, en la bolsa tienes más gomitas.
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