Te miré y me arrojé a ti, como nunca lo había hecho. Besé tus labios duros y salados, y acaricié tu cabello oscuro con los ojos cerrados. Me quitaste la blusa, y yo, con gusto, te ayudé a desabrochar tu camisa. Era obvio que después de tanto esperar por las caricias complacientes de ésta pobre loca, tendrías prisa. Besé tu cuello con la sensatez demolida por el aroma de tu piel. Y te la clavé. Clavé la navaja en tu pecho. Y sentí mucho placer al mirarte perplejo, desangrándote, manchando de rojo tu piel y mi piel. Te prohibí exhalar el más mínimo alarido, y mis manos privaron a tu cuello del aire que amenazaba con aferrarte a la vida.
Y sentí cómo el chorro de sangre caía; rodeaba la llaga, bailaba para mi. Lo mejor que pudo pasar ese día.
*Texto escrito en el 2009 (¿Premonición?)
Andrea González
Wooow! Me gusto mucho prima! Wow!
ResponderEliminar