Es agradable a la vista la textura que quedó en el cielo esta noche después de llover. Las nubes parecen una alfombra empapada y oscura. Debajo, el pasto grita de vida, de frío, de gusto. No tengo dueño, ni obstáculos, más que la piel de mi piel. Siento tu mirada ensimismada sobre mi espalda desnuda. Tus labios con la sonrisa confiada de la fantasía recientemente concebida, y los míos con el deseo mortal de poseerte. Yo te busco, y nunca te encuentro. Palabras que son sólo palabas, para describir sentimientos que son sólo sentimientos. La nicotina que fluye despacio por tus venas hace que mis manos tiemblen. Tu mirada, que nunca más volverá a ser para mí. Tú música, que nunca fue mía. Y tú. Tus manos expectantes, rebosantes de locura. El filo de tus cabellos negros, cortos y mojados por mi perfume de flores de río. Tú me obligas a decir nunca. Nunca es lo único que sale de mis labios cuando necesito describirte. Nunca. Sólo eso sé de ti. Sólo eso y tu nombre, sinónimo de imposible. Sólo eso y tu sangre, corriente empedrada y natural de impulsos rebeldes y muerte que llena de vida mi vida. Sólo tú. Sólo eso. Vino tinto. Droga pasional y aborrecible que no puedo dejar de ansiar. Vicio despreciable y retorcido que reposa entre hierbas silvestres. Canción de peligro y lluvia escondida en tu risa de guerrero azteca y filósofo fallido. Letal, letales tus latidos y letales los míos. Pisadas fúnebres a marchas osadas e inútiles para perseguir nuestra revolución truncada. ¿O será que sólo la mía? Un mundo más donde ponerte a dormir en mis sueños. Otro callejón sin salida. Otra voz esquizofrénica reclamando mi atención a gritos. Y tú, en todos mis mitos. Y tú, en todas las palabras, que no me importa si entiendes. Letras, ¡más letras! que quiero borrar con los dedos, pero sólo consigo correr la tinta negra por el papel. Y tú, y tú que nunca supiste… Rápido, más rápido, más fuerte, más hondo, tu recuerdo demente pelea contra mi cordura, y ya desatada de las cuerdas de la locura, me doy cuenta de que nunca existí. Me da risa, y sigo caminando, con los labios cerrados y la lluvia goteando por mi frente. Y quién sabe dónde estás, lo importante es la suerte de haber visto tus ojos entre el humo del cigarro. Eso y que sepas que sentí que nunca sería tan feliz como cuando caminabas delante de mí. Que duro me parece ahora, hoy, recordar con más fuerza que antes, recordar repentinamente, a quien no me recuerda a mí. Pero está tan presente. Más que antes. Entre los escombros del deseo y la ruina del pasado. Un hombre caído y tumbado en 200 peleas que, de hecho, él no supo que libró. Mil palabras, 300 oraciones… resumidas a un nombre que no sirve para nombrarlo. Y un hola que sirve de adiós. Voy por más café.
Lila West
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Diga usted!